El avaro comerciante no se gastaba un penique ni en zapatos para su hijo, el pequeño Sven; sin embargo, lo que Sven tenía a raudales era imaginación, de hecho, era capaz de entretener durante horas a los demás niños del barrio que escuchaban embelesados sus fantásticas narraciones. A la muerte de su padre, Sven recibe una gran herencia, ¿seguirá siendo el mismo joven soñador ahora que es inmensamente rico?